Los miembros de esta familia Zuloaga se dedicaron a la armería, el damasquinado y la orfebrería en Éibar y Madrid hasta finales del siglo XIX. Desde comienzos del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX todos se formaron en Francia. Una rama de la familia se dedicó a la cerámica, primero en Madrid, y luego en Segovia y Pasajes (Guipúzcoa). Desde 1890 Ignacio Zuloaga se dedicó a la pintura en Éibar y París, abriendo en el siglo XX estudios en Segovia, Zumaia y Madrid. Desde los años cuarenta la familia Suárez-Zuloaga viene dedicándose al emprendimiento, la educación, la investigación y el activismo cívico.
En una carta a su tío, el ceramista Daniel, el pintor Ignacio Zuloaga se refirió a “la bandera de los Zuloaga” como una forma de ser propia de la familia; unos rasgos que se venían repitiendo desde hacía generaciones.
Desde 1794 la familia Zuloaga viene emigrando a Madrid o/y a París.
Desde comienzos del siglo XIX la familia Zuloaga viene regresando a Éibar y después a Zumaia; generación tras generación. Con una continua implicación y contribución a los asuntos de sus localidades.
Los miembros de la familia han sido partícipes activos en los asuntos de sus épocas, desempeñando cargos públicos, fundando instituciones y empresas, contribuyendo a movimientos humanitarios y culturales. La Fundación Zuloaga canaliza actualmente esto.
Tenemos el convencimiento de que una clave de la supervivencia de la familia Zuloaga, manteniendo sus características propias, ha sido la continua salida al exterior: aprendiendo, trabajando y trayendo ideas, mejores prácticas y colaboraciones.
Una clave del éxito es colaborar con personas mejores que uno mismo, aprendiendo y compartiendo con ellas. Con aquellos de quienes resulta posible aprender y confiar. En algunos casos esa colaboración y asociación se han transmitido de unas generaciones a otras de nuestra familia.
Los viajes de aprendizaje y trabajo permitieron a los Zuloagas conocer otras formas de trabajar, que les permitieron innovar y emprender nuevos proyectos creativos.
El origen documentado de la familia Zuloaga están en Zegama, Gipuzkoa. Esta es una villa enclavada en la vertiente norte del ‘Túnel de San Adrián’ -el orificio natural del macizo del Aitzkorri por el que pasaba la calzada romana que conectaba Astorga con Burdeos-. Se trataba de un lugar estratégico, por el que durante siglos transitaron mercaderes, soldados y mandatarios; aunque a partir del siglo XVI fue perdiendo importancia, al irse convirtiendo en carreteras los caminos de herradura que conectaban la meseta castellana con los puertos cantábricos y la frontera francesa. La orografía impidió la adaptación al paso de carretas y carruajes de los accesos del túnel de San Adrián; por lo que la limitación del transporte con mulas y caballos condenó esa vía de comunicación –y el conjunto de la comarca- al declive; actualmente Zegama es un paraíso de senderistas, enclavado en el imponente parque natural de Aizkorri-Aratz, se trata de un pueblo ‘fin de carretera’, apartado de todo.
El primer Zuloaga documentado fue Lope de Zuloaga, que nació hacia 1460. La familia vivió en las caserías Zuloaga Erdikoa (los Zuloaga ‘del centro’) y Zuloaga Etxenagusia (o los Zuloaga de la ‘casa mayor’), hasta que su bisnieto mayor -Pedro de Zuloaga y Erramu- se mudó a la más pujante villa de Eibar en 1596. Para poder avecinarse, Pedro debió de realizar la probanza de hidalguía, incorporándose cinco años después al gobierno municipal. En las siguientes generaciones sucesivos miembros de la familia ocuparon cargos en el ayuntamiento y en las cofradías, probando hidalguía para acceder a los mismos; los dos incendios que ha sufrido la villa eibarresa y la pérdida de su archivo municipal nos han privado de noticias acerca de sus actividades y propiedades.
La salida de los Zuloaga de Éibar se debió a un terrible drama colectivo.
En la noche del 29 de agosto las tropas revolucionarias francesas incendiaron y saquearon Éibar, siendo posiblemente la población que más destrucciones sufrió en esta guerra.
Casi un mes después los vecinos de Éibar firmaron una carta dirigida al rey, explicando su comportamiento frente al enemigo y relatando las penalidades sufridas; uno de los firmantes fue Manuel de Zuloaga y Olásolo.
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