El pintor mantuvo una relación muy estrecha con los parientes de la gitana Angustias, que le sirvió de modelo para varias obras. Hasta el punto de que Ignacio y su hija Lucía fueron los padrinos de un hijo de Angustias: Rafael Albaicín. Y no fue un padrinazgo simbólico, los Zuloaga siempre velaron por la educación y desarrollo del niño, participando el pintor en promover la carrera como torero de Albaicín.
Muy significativa fue también la cantidad de obras dedicadas por Daniel Zuloaga Boneta a los gitanos; tanto cerámicas, como oleos y acuarelas.
Al igual que en los otros casos de colectivos marginados socialmente, las obras de Ignacio y Daniel se caracterizan por no presentar a los gitanos de forma peyorativa. No se les presenta como personajes exóticos; en especial a las mujeres gitanas, a quienes no se les convierte en objeto sexual, al estilo del estereotipo de ‘Carmen’, tan al gusto de los extranjeros. Tampoco se les presenta como personajes miserables o degradados. Su estampa es de dignidad.
En el siglo XIX los Suárez-Zuloaga mantiene su cooperación con las asociaciones y entidades públicas dedicadas a la promoción del pueblo gitano, participando en las celebraciones y eventos organizados por estas organizaciones, y ofreciendo su colaboración en las mejora de esos acontecimientos, así como en su difusión.