En 1893, con 23 años, y procedente de París, Ignacio se instaló en una corrala de la sevillana calle Feria, donde convivió con gitanos y aprendió el idioma caló. El pintor siempre se enorgulleció de ese conocimiento.
Ignacio, a lo largo de su vida, llegó a pintar cerca de treinta pinturas y dibujos protagonizados por gitanos.