La inmensa mayoría de los aficionados a la historia del arte asocian el apellido Zuloaga exclusivamente a Ignacio Zuloaga, también conocido como ‘el pintor de la Generación del 98’. Pero lo cierto es que, entre la decena de miembros de esta estirpe que se han dedicado a las artes, ha habido otros que también tuvieron unas vidas y unas obras muy relevantes, llegando a gozar de una reputación internacional.
Prueba de ello es que en los mejores museos de Europa y las Américas se encuentran armas, damasquinados, cerámicas, muebles, relojes, platería firmado por algunos Zuloagas. Unas brillantes trayectorias que supusieron poderosos ejemplos, condicionando los comportamientos de las sucesivas generaciones de la familia Zuloaga. Del análisis de esas trayectorias se puede afirmar que hubo unos comunes denominadores, unas características que se repiten en varios miembros de la saga, conductas propiciadas por las historias familiares, los ejemplos de vida que se han ido contando en la familia Zuloaga de generación en generación.
En una carta a su hermano Eusebio, el pintor Ignacio se refería a ‘la bandera de los Zuloaga’ como una manera de ser propia de su estirpe. Hay una constancia entre los miembros de la familia cuyos rasgos de conducta han contribuido a los avatares de sus antepasados.
Emigración
Desde finales del siglo XVIII, de las últimas ocho generaciones de la familia, siete de ellas han emigrado en algún momento de sus vidas. En algunos casos por motivos profesionales y en otros a causa de la violencia acaecida en el País Vasco. La vida de los Zuloaga viene repartiéndose entre Gipuzkoa, Madrid, París y Segovia.
Arraigo
La mencionada emigración ha venido acompañada de un regreso al pueblo y de un permanente contacto con la comunidad de origen: primero Éibar y después Zumaia. El linaje Zuloaga viene viviendo en tres valles de Gipuzkoa desde hace más de seis siglos (ver el apartado ‘Orígenes’).
Activismo
Desde el primer relato conocido, a raíz de la destrucción de Éibar en el verano de 1794, la mayor parte de las generaciones de la familia Zuloaga ha venido implicándose en los sucesos de su tiempo: guerras, debates, movimientos cívicos. En algunos casos ocupando responsabilidades municipales en las localidades donde residían (Eusebio fue teniente de alcalde de Madrid y Plácido Zuloaga fue alcalde de Éibar), otros tuvieron actuaciones pacifistas y solidarias, como las realizadas por Ignacio y Antonio.
Educación internacional
Desde comienzos del siglo XIX los miembros de la saga Zuloaga vienen acudiendo a aprender a los centros de trabajo y lugares de enseñanza del extranjero. Los armeros, damasquinadores y los primeros ceramistas fueron de niños a trabajar de aprendices a los mejores centros de producción de Francia. Desde finales del siglo XIX se vienen dirigiendo a centros educativos de Francia, Inglaterra y EE.UU.
Un rasgo característico de todos los miembros destacados de la familia Zuloaga ha sido el ser extraordinariamente trabajadores; apasionados por su trabajo. Orgullosos de sus obras, que siempre han firmado, aun cuando sus competidores no lo hacían. La mayor parte de los Zuloaga han venido trabajando intensamente toda su vida, sin llegar a jubilarse.
Cooperación
Estos armeros, damasquinadores y ceramistas -como artistas industriales que eran -desde el siglo XIX se caracterizaron por hacer una importante parte de su producción en colaboración con otros artistas y arquitectos; a veces subcontratando a otros y otras trabajando para proyectos ajenos. En el caso del pintor, participó en proyectos musicales, humanitarios, de salvamiento del patrimonio. Por ello la Fundación Zuloaga es esencialmente una organización orientada a promover la cooperación en las Industrias Culturales y Creativas y el Medio rural.
De estos rasgos comunes se desprenden unos ‘valores de los Zuloaga’ a los que dedicamos una página específica pues –adaptados al siglo XXI -informan la génesis y la actuación de la Fundación Zuloaga y de la actual familia Suárez-Zuloaga.
Innovación y emprendimiento
La mayor parte de los miembros de esta estirpe se ha caracterizado por la innovación. Ya en 1832, Eusebio Zuloaga González registró la patente nº 80 de la historia de España, firmada en persona por el rey Fernando VII. Se trataba de una máquina para realizar cebos fulminantes para arcabuz. Posteriormente, registró una patente para un material de construcción sintético, antecedente del actual ‘Pladur’, en tanto que su hijo Plácido patentaría un tipo de cerillas. Pero por lo que son más conocidos Eusebio y Placido es por inventar la técnica del damasquinado eibarrés, que es la inserción de oro y metales preciosos mediante ‘estriado a cuchilla’. Para facilitar su realización desarrollaron una herramienta –conocida como ‘la bola’ – para facilitar la ejecución de los cortes en el hierro y la inserción del oro y la plata. Eusebio Zuloaga, a pesar de ser Arcabucero y Ballestero de las Reales Personas -y, por ello, trabajar en el Palacio Real de Madrid -se atrevió a fundar una fábrica de armas de lujo en Eibar (a dos días en diligencia de la capital); una instalación que llevó a distancia hasta que su hijo Plácido finalizó su aprendizaje en Francia y se hizo cargo de su dirección. Los hermanastros ceramistas de Plácido –Guillermo, Daniel y Germán –pondrían en marcha la Fábrica de Cerámica de la Moncloa (actualmente Escuela de Cerámica de Madrid).
En el siglo XX esta familia siguió emprendiendo. En 1930 Antonio Zuloaga Dethomás fundó en Zumaia ‘Colores Zuloaga’, una fábrica de pintura para artistas. También fue cofundador de Fuerzas Eléctricas de Cataluña (ahora parte de Endesa) y junto a su yerno –Enrique Suárez – fue uno de los fundadores de Cervezas San Miguel. El hijo de Enrique – Ramón Suárez Zuloaga – fue cofundador de las empresas de transportes Taisa y Samdisa; fundando también con su hijo Ignacio Suárez-Zuloaga Gáldiz la empresa de inversiones Competiber. Éste último, junto con su esposa -Margarita Ruyra -fundó la consultora ‘CLIdea Desarrollo’ y la Fundación Zuloaga. Estos, junto con su hija Valentina Suárez-Zuloaga, fundaron la empresa ‘Moda EsFascinante’ de comercio on line. Finalmente, Ignacio Suárez-Zuloaga Ruyra fue cofundador de la empresa de compartir planes Plan&Go.
El origen documentado de la familia Zuloaga están en Zegama, Gipuzkoa. Esta es una villa enclavada en la vertiente norte del ‘Túnel de San Adrián’ -el orificio natural del macizo del Aitzkorri por el que pasaba la calzada romana que conectaba Astorga con Burdeos-. Se trataba de un lugar estratégico, por el que durante siglos transitaron mercaderes, soldados y mandatarios; aunque a partir del siglo XVI fue perdiendo importancia, al irse convirtiendo en carreteras los caminos de herradura que conectaban la meseta castellana con los puertos cantábricos y la frontera francesa. La orografía impidió la adaptación al paso de carretas y carruajes de los accesos del túnel de San Adrián; por lo que la limitación del transporte con mulas y caballos condenó esa vía de comunicación –y el conjunto de la comarca- al declive; actualmente Zegama es un paraíso de senderistas, enclavado en el imponente parque natural de Aizkorri-Aratz, se trata de un pueblo ‘fin de carretera’, apartado de todo.
El primer Zuloaga documentado fue Lope de Zuloaga, que nació hacia 1460. La familia vivió en las caserías Zuloaga Erdikoa (los Zuloaga ‘del centro’) y Zuloaga Etxenagusia (o los Zuloaga de la ‘casa mayor’), hasta que su bisnieto mayor -Pedro de Zuloaga y Erramu- se mudó a la más pujante villa de Eibar en 1596. Para poder avecinarse, Pedro debió de realizar la probanza de hidalguía, incorporándose cinco años después al gobierno municipal. En las siguientes generaciones sucesivos miembros de la familia ocuparon cargos en el ayuntamiento y en las cofradías, probando hidalguía para acceder a los mismos; los dos incendios que ha sufrido la villa eibarresa y la pérdida de su archivo municipal nos han privado de noticias acerca de sus actividades y propiedades.
La salida de los Zuloaga de Éibar se debió a un terrible drama colectivo.
En la noche del 29 de agosto las tropas revolucionarias francesas incendiaron y saquearon Éibar, siendo posiblemente la población que más destrucciones sufrió en esta guerra.
Casi un mes después los vecinos de Éibar firmaron una carta dirigida al rey, explicando su comportamiento frente al enemigo y relatando las penalidades sufridas; uno de los firmantes fue Manuel de Zuloaga y Olásolo.
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